jueves, 7 de julio de 2011

Ignorar lo evidente...

Bailaba como los ángeles. Decía no saber moverse pero tan sólo era una mentira piadosa.
Me di cuenta esa misma noche entre el bullicio de la gente, entre el movimiento de su pelo que había perdido lo mejor que había pasado por mi vida.

Ella. No podía ser otra.

La había dejado escapar como un estúpido. No me había dado cuenta de lo que valía, de la felicidad que de ella emanaba cada segundo.
Su sonrisa mataba todas mis ganas de vivir. Mataba todo resquicio de posibilidades.
Se la veía feliz, se la veía enamorada de alguien que no estaba cerca, podía verse la nostalgia en sus ojos pero la esperanza de un nuevo encuentro apasionado con el hombre de su vida.
Su cuerpo era pura música, ella entera era arte. Reía y abrazaba con la mirada a todos aquellos que pasaban por su lado. Desprendía belleza y sabiduría por todos los poros de su piel.
Brillaba entre la gente, los focos solo remitían en ella o quizás fuera yo que no podía quitarle los ojos de encima.
¿Por qué me fui de su lado? ¿Por qué la dejé escapar aquel día? ¿Por qué torpemente ni siquiera me despedí?
Evitar toda palabra para hacerlo menos duro es igual que esconder lo que realmente sientes, que al fin y al cabo queda dentro de ti recordándote lo hecho cada día. Haciéndolo todo mucho más duro.

Pero he de admitirlo de una vez. La perdí y ya no hay nada más que pueda hacer.
Que divertida es, que dulce, que sensualidad tan adictiva, que cariñosa… ¡que pérdida tan grande!

Que ignorante de lo evidente…

1 comentario:

  1. A veces la evidencia es tan evidente que se esconde tras ella misma, ocultando su cara más simple al mundo y dejando tan sólo una profusa y enmarañada red de ideas, imágenes, recuerdos, pensamientos y sentimientos que hacen que deje de ser tan evidente y se convierta en algo escondido, misterioso y nada fácil de conquistar.

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