viernes, 1 de noviembre de 2013

Sigur Rós, el por qué...

Para aquellos que aún no me conocen, que están por conocerme o que creen saber conocerme, para aquellos que ven mi tatuaje y piensan "qué loca, tatuándose un grupo"...
Les doy aquí la oportunidad de ir un poco más allá y saber el por qué. Saber la razón y lo que esto significa para mí.

Lo que llevo tatuado en la muñeca izquierda es sinónimo de belleza en estado puro, de música, sueños, naturaleza, ilusión, vida, amor, esperanza... No es sólo el nombre de un grupo, es una palabra en islandés que me gusta como se pronuncia, como se escribe, y lo que significa "Rosa de Victoria".
Representa una conexión continua con la Tierra, con el Universo, con mi yo, y con la gente a la que quiero y llevo siempre en el corazón.

Marca un antes y un después, una etapa de mi vida llena de momentos positivos y hermosos que nunca olvidaré, y me recuerda que todo es posible. Hasta lo más impensable puede suceder.
Me hace creer en mí y recordarme quién soy.


El que me diga o piense que es un capricho o una niñería pasajera es porque no sabe lo que representa realmente para mí, porque ignora lo que significa, y porque seguramente, aunque se lo explique, seguirá sin entenderlo. Pero es mi piel.

Sigur Rós <3

martes, 8 de octubre de 2013

"Era atardecer miércoles" Segunda parte

Giré la llave por tercera vez hacia la izquierda, y con un pequeño empujón logré abrir la puerta que daba a mi pequeño mundo.

Segundos atrás había escuchado los murmullos silenciosos tras las mirillas inquietas. La gente aborrece la vida e intenta hacer lo mismo con la de aquellos que le rodean. 
No quise darle importancia. Al menos, no de momento. Aunque sabía que aquello traería cola e infinitos quebraderos de cabeza.

Pasé primero, y él, dudando unos segundos, con la cabeza gacha y la vergüenza a flor de piel, se decidió a atravesar a barrera. Una línea imaginaria que en aquel preciso instante se había desdibujado por completo, echando abajo todas y cada una de las reglas y normas que ésta mantenía. Poniendo todo mi mundo patas arriba, sin lograr recordar dónde estaban situadas mis cosas antes de su llegada. Distorsionando de forma abrumadora la paralela realidad que había creado tras la puerta.

Temblaba bajo la fina ropa. Desgastada, sucia, ennegrecida por el paso de los dias. Siguió mis pasos hasta el baño. Abrí el grifo de agua caliente y taponé el desagüe para llenar la bañera. Mientras esta se llenaba, le preparé un café caliente que degusto en pocos minutos. 

Volvimos al baño, en donde saque toallas nuevas de uno de los cajones del mueble del lavabo. Una grande para el cuerpo y otra más pequeña para el pelo. 
En mi habitación cogí un chándal de los que me quedaba grande, una camiseta XL y una sudadera.
La bañera ya estaba casi lista cuando me disponía a dejarle su espacio para que se asease tranquilo. Me detuvo en seco otra vez en aquel día extraño - dejándome de nuevo petrificada sobre las baldosas del baño. 

- No me dejes sólo. Por favor... -su mirada era toda súplica. Un grito desesperado que nunca se había permitido pronunciar. 

Me acerqué a él, y lentamente y con cuidado fui desprendiéndole de su ropa. Bajé la cremallera de su sudadera y la deslicé por sus hombros hasta dejarla caer al suelo. Le retiré el pelo de la cara, mirándole muy cerca. La distancia era muy corta y quemaba. Sus ojos eran aullidos dolorosos. Dos preciosas piedras engastadas en frías cárceles. Sus labios estaban ariados, y no dejaba de pasarse la lengua sobre ellos de forma intermitente. Le sostuve la mirada un buen rato, sin pronunciar palabra, hasta que el murmullo del agua me despertó de mi ensoñación y vi que estaba llegando al borde. 

Cerré el grifo y seguí con la tarea de desvestirle. Le quite la camiseta, los pantalones, los calcetines y por último los calzoncillos. Estaba completamente desnudo frente a mí, temblando su piel, temblando por la imagen mi corazón. Aquel instante me rompió el alma. Bajó la mirada al suelo como un niño, como si le estuviesen riñendo por algo. 

Apilé la ropa sucia y la metí en la lavadora que puse a funcionar inmediatamente. 

Volví hasta él y le ayudé a meter su cuerpo menudo y enhuesecido en el agua caliente. Tardó un poco en acostumbrarse a la temperatura, pero enseguida estaba zambullido por completo.
Le enjaboné el pelo, aún era el niño que había visto antes, el de la timidez y los miedos. 

Se dejó cuidar. 

Veía como su cuerpo comenzaba a relajarse y volvía a sentir de nuevo. Como despertaba de un apesadumbrado letargo. Se puso de pie y le jaboné el cuerpo, borrando las huellas de humedad y polvo viejo de su piel. Borrando el frío y la lluvia, el sol y la sed.  



miércoles, 2 de octubre de 2013

"Era atardecer miércoles." Primera parte

Muchas veces, cuando llegaba tarde de la facultad me preguntaba si todo aquello por lo que me esforzaba, merecía realmente la pena. ¿Qué nos espera después? Un trabajo que no nos interesa lo más mínimo, que no nos llena y nos amarga la vida ligeramente. Yo no quería aquello. Para qué acumular carreras cuando nunca vas a poder ejercerlas. Alguien me hizo cambiar de opinión. Me hizo darme cuenta de que estaba completamente equivocada. 

Le veía cada día en una de las calles que tenía que atravesar para llegar a la universidad. Una pequeña gorra raída por el tiempo se posaba frente a él, esperando la metálica suavidad de una moneda pequeña. Nunca billetes. No he conocido a una persona más educada que él. Jamás pedía. Si le daban algo era bien recibido, sino, tan sólo veía como se alejaba en la distancia. Siempre me daba los buenos días, y cuando volvía a pasar junto a él para volver a casa me daba las buenas noches con una sonrisa torcida y envejecida por el polvo de las calles. Era rara e inusual su ausencia, pero yo la notaba. Era una compañía que inconscientemente llevaba conmigo todo el día. Cuando me daba cuenta su sonrisa ya estaba allí, bajo su incipiente barba y su largo flequillo.

Nunca había podido apreciar el color de sus ojos, ni el sonido de su voz, pues siempre murmuraba sin entonación, aunque yo siempre le entendía. 

Se me había pasado muchas veces por la cabeza, pero aquel momento fue más que decisivo. Sabía que a partir de aquel momento nadie me tomaría en serio, en todo caso, por loca. Quizás llevasen parte de razón, pero no me importaba. Para mí, la locura que corría por mis venas era más que aceptable, y él me entendía. Caminaba con paso lento y desganado. Ya entrada la noche y llegando tarde. Era atardecer miércoles, y como tenía por costumbre, al pasar junto a mí compañero, le dejé unas monedas. Siempre me agachaba para ponerme a su altura y poder descubrir su mirada entre la oscura maraña de pelo negro, pero nunca lo conseguía. Cuando comencé a subir, mi cuerpo fue frenado en seco. Algo que nunca hubiese imaginado, estaba ocurriendo. Aquel muchacho me había cogido de la mano. Volví a agacharme y me quedé mirándole fijamente mientras la sostenía. El pulso se me había acelerado. La sangre recorría a la velocidad de la luz mi cuerpo, que estaba más receptivo de lo que lo había estado nunca hasta entonces. Había estado llorando, él lo sabía sin ni siquiera mirarme. Soltó mi mano un segundo para recorrer mi mejilla intentando borrar el eco de borrosas lágrimas. Me temblaban las manos, pero no dude en acercarme más a él y retirarle la capucha con la que siempre se cubría. Su melena quedó al descubierto. Le retiré el pelo de la cara con suavidad, y miedo. No quería que mi gesto le molestase. Tan sólo quería ver sus ojos. Unos ojos que por primera vez se posaron fervientes sobre los míos. 

- Más bonita de lo que yo creía. – se limitó a susurrar tras recorrer con su iris cada milímetro de mi rostro. 

Volvió a cogerme de la mano. Las rodillas me estaban matando, el dolor de las articulaciones era inaguantable. Me levanté para estirar las piernas. Él me copió el gesto y se levantó conmigo. 

- Niña, ten cuidado, que te quiere robar. – me gritó una señora mayor desde una ventana del edificio que quedaba a mis espaldas. Yo me limité a sonreírle. 

En ese momento me di cuenta de lo loca que estaba llevándome a un extraño a casa. No sabía lo que estaba haciendo hasta que entré al portal y le observé entrar mientras le sostenía la puerta. El silencio no era incómodo mientras ascendíamos piso tras piso. Su presencia era agradable para mí. 
La luz del ascensor le cegó por un momento, volviendo su paso torpe. Le guié poniendo una mano en su espalda. Me puse como una loca a buscar las llaves de casa sin acabar de dar con ellas. No había día que no me pasara lo mismo. 

Él metió una mano en uno de mis bolsillos de la cazadora vaquera que llevaba puesta, le miré con un ápice de desconfianza que enseguida desapareció como si nunca hubiese pasado por allí.

- Los martes por la mañana siempre las guardas aquí. Hoy, están en tu bolso izquierdo del pantalón.

Sacó su mano vacía del bolsillo de mi cazadora. Yo llevé la mía hasta el bolsillo del pantalón. Sólo un segundo bastó para que el roce metálico de las llaves me volviese del todo confusa.

- Llevo mucho tiempo observándote. – alegó. Estaba más que segura que me conocía mejor que yo misma.  

sábado, 24 de agosto de 2013

Mar.

Adoro el mar. Pero detesto la arena, salvo cuando estoy bajo el agua y la remuevo entre mis dedos.
Nunca he sabido contestar la típica pregunta “playa o montaña”. Ambas me gustan. Ambas se complementan. Seguramente nunca pueda decidirme. Siempre me quedaré con las dos.

Me gusta estar en el mar, sentir que todo a mí alrededor es agua, algo de espuma y posibles algas. Para mí es una sensación indescriptible, y dudo que en algún momento de mi vida pueda expresar con exactitud lo que siento allí. Flotando y dejándome llevar por la marea. Puedo estar horas y horas que para mí serán todas ellas como unos breves minutos. Siempre pierdo la noción del tiempo. Siempre sé que ya es tarde, pero quiero quedarme un poco más. Alargar esa sensación todo lo que pueda. Seguir en permanente contacto con el agua.

Una de las cosas que más me gusta y más disfruto es la de dar pequeños viajes submarinos. Bucear sin cerrar los ojos. Viendo el juego de reflejos y luces cuando los elementos se fusionan, cuando el sol impacta de soslayo con el agua y el arcoíris se refleja en la arena mojada y profunda, en la arena que remuevo entre los dedos y parece flotar por un segundo para volver a enterrarse en el fondo del mar.

Mi momento favorito es cuando estoy unos segundos bajo el agua. Cuando se acerca alguna ola y cruzo su nacimiento. Entonces siento el mar por todo mi cuerpo. Me recorre de arriba abajo. Me convierto en espuma, me olvido de todo y de nada. Y muevo las piernas y los pies como si todo ello fueran aletas, no dejo que la corriente me suba a la superficie. Me hundo hasta enterrar parte de mí en la arena. Hasta entregar un pedacito de mí al fondo del mar.

No necesito nada. En ese preciso momento siento que lo tengo todo. Estoy allí, en el mar, en ninguna parte, haciendo aletear mis manos y piernas para mantenerme en el mismo sitio, mirando al horizonte sin apenas pestañear para no perderme la vista. Los atardeceres son increíbles desde aquí. Estoy allí, flotando, como una boya en medio del mar. Aparte de escuchar música, creo que es una de las cosas -por no decir la segunda en este orden- que más me relaja. Es como encontrar el equilibrio perfecto. Por un momento estoy allí en medio y lo rozo con la punta de los dedos. Pero siempre se me escapa, cuando toca regresar y pisar arena seca.

No me importa lo fría que este el agua. Ni siquiera que me castañeen los dientes. Llega un momento en que olvido todo lo que me rodea. Por un momento no oigo las voces ni las risas del resto de bañistas, ni a los socorristas a lo lejos volviendo a repetir que debemos acatar las líneas invisibles que nos separan del peligro. Por un momento todo desaparece y estoy sola. 
Por un momento todo desaparece y paso a formar parte del mar.



Por un momento todo desaparece y soy sirena. 











martes, 6 de agosto de 2013

Reto personal: Insanity

Es cierto, Insanity es duro. Probablemente habrá gente acostumbrada a ir de continuo al gimnasio o a hacer deporte, y por tanto, para ellos esto no sea tan duro como lo puede llegar a ser para mí, acostumbrada a hacer algo de ejercicio, pero no demasiado, y a veces no de continuo. Hace tiempo que tenía ganas de un plan de ejercicio en condiciones, por duro que fuese. Tenía ganas (y sigo teniendo) de machacarme. Y casualmente, un día di con este programa de ejercicios.

Me lo he tomado como un reto personal, ya que es lo que realmente es. Ya no se trata de hacer ejercicio simplemente. Sino de conseguir aguantar los 60 días, y probablemente repetir experiencia otros 60.

Nos pasa muchas veces que por lo que sea, ya sean compromisos, horarios, exámenes… o ahora en verano por salir y hacer cosas, nos decimos, bueno, empiezo la semana que viene que ya no estoy tan liada y así me organizo mejor. Pero al final lo único que pasa es que lo vas dejando y terminas por no hacerlo nunca. Y yo ya estaba más que quemada de esto. Estaba chamuscada por completo. Así que la penúltima semana de julio, que fue más o menos cuando di con Insanity, conseguí todo el material y me dije, el 1 de Agosto empiezas, pase lo que pase, empiezas. Y así fue. Es cierto que si hubiese seguido el planteamiento –llamémosle- “antiguo”, lo hubiese dejado para la semana siguiente, porque esa primera ya tenía dos compromisos a los que no podía fallar. Pero el reto es el reto, y me recordé “pase lo que pase el 1 de Agosto empiezas”, y empecé. Es cierto, tuve cosas que hacer, así que no me quedó más remedio que pegarme madrugones para que me diese tiempo a llevar el reto a cabo. Y así he ido día tras día.

Como anécdota comentaré que el sábado, por ejemplo, tenía tales agujetas, que mi abuela era más ágil que yo y se movía con más desenvoltura. Me costaba ambos riñones levantarme de una silla y dar cuatro primeros pasos, de las enormes y dolorosas agujetas que tenía. Pero es lo que conlleva esto y lo acepto de buena gana. El optimismo es la clave. Y por ello, cuando asumía que debía levantarme me repetía a mí misma, a veces incluso en voz alta “no hay dolor, no hay dolor” jajaja


Es cierto, Insanity es muy duro. Pero cada día que pasa me siento mejor, pese a estar en pleno ejercicio y no poder más, intento sacar el máximo de mí, me digo “vamos, una repetición más”. Y voy viendo poco a poco el progreso. La resistencia va aumentando con el paso de los días. Y yo me siento mejor conmigo misma, y poco a poco también me iré sintiendo mejor con mi cuerpo, y con el cambio que se irá produciendo en él, que será cuestión de tiempo. Porque tampoco es que sea milagroso. En dos días no se van a ver resultados, eso todo el mundo lo sabe más que de sobra. Pero por el momento solo puedo decir que me siento muy bien, y que aunque a veces resulte insufrible, merece la pena seguir dándolo todo cada día.

Según vaya pasando el tiempo, iré contándoos la experiencia desde aquí. Aprovecho también, desde este, mí pequeño espacio, a animaros a emprender algo. Algo que llevéis mucho tiempo queriendo hacer pero que por unas cosas u otras lo hayáis ido dejando a un lado. Poneros una fecha y empezad, y no os rindáis bajo ningún concepto. Todo lleva su tiempo. No os desaniméis si un día no sale todo genial, habrá días mejores, y el siguiente será una nueva oportunidad para intentar hacerlo mejor.

Como Shaun T dice en los entrenamientos:

“YOU CAN DO IT!”

Así que, adelante, desde aquí os mando mi apoyo y os animo. Estoy segura de que lo conseguiréis.


Si queréis dejar comentarios acerca de algún reto personal que hayáis hecho o que queráis hacer, o cualquier otra cosa, os recuerdo que bajo esta entrada tenéis vuestro propio sitio para escribir lo que queráis.


Hoy es el sexto día y mañana toca descanso. (¡¡BIEEEEN!!) :D





miércoles, 3 de julio de 2013

Mariposas enamoradas

Cuando salí de la crisálida todo pasó a ser nuevo para mí. El mundo que me rodeaba me era en su totalidad desconocido. Tantas tonalidades que por un momento pensé que me quedaría ciego. Y la luz… ¡qué luz! Y los olores ¡qué cantidad de aromas! Rosas, margaritas, petunias, dondiegos… Un sinfín de plantas y flores, árboles y frutos me envolvía en un bucle de sentidos, de sensaciones increíbles que experimentaba por primera vez.

Creo que me desmayé. Lo juro. Si bueno, quién iba a pensar que una mariposa podía desmayarse. Ahora que lo pienso, hasta a mí me parece absurdo. Pero es cierto, eso creo, al menos.

¿Por dónde iba? Ah, sí. El desvanecimiento. Me desmayé, lo creáis o no, me desmayé. Pero no fue por el colocón de tales drogas naturales. Fue porque estaba allí. ¡Y era tan bonita! Y qué ridículo más grande. Yo allí tirada cual mariposa muerta, por haber presenciado su preciosa silueta.

Era un poco torpe todavía. Estar guarecida en la crisálida lo hacía, sin duda, todo más fácil. No tenía que compartir mi cuerpo con estas dos enormes y revoltosas alas. ¡Es que no se están quietas! Se mueven a su antojo y no cuando yo lo deseo. De hecho, cuando más necesito que estén ahí, más quietas se quedan. Será cuestión de tiempo encontrar el equilibrio (espero).

Revoloteé un poco alejada. No era el momento de acercarme todavía. Tenía que tener un poco de control sobre mi nueva condición. Esto de volar parece a primeras muy fácil, pero ¡qué mareo! Voy dando tumbos para un lado y para otro. Y si hay un poco de brisa, allí estoy yo, estampada contra la corteza del árbol más próximo. Creo que soy una mariposa torpe. ¿Les pasará lo mismo a las demás las primeras veces?

Poco a poco, mis alas fueron haciéndome algo más de caso, así que decidí aproximarme un poco. Batí mis alas en lo que eran los últimos centímetros, y posé mis patitas sobre el pensamiento en tonos morados y amarillos. Era un pensamiento más que bonito, y especial. Desde él, pude admirar la belleza de sus alas. Eran blancas, con su borde de color negro, y con corazones bordados en su interior, del mismo color. ¡Qué preciosidad! Cuando las exponía completamente abiertas era como divisar la flecha de cupido atravesándote el pecho. Mi pequeño pecho, pero pecho al fin y al cabo. Era como degustar gramos y gramos de néctar de la mejor de las rosas. (Creo que mis niveles de azúcar acaban de subir con tan sólo besarla. Digo, pensarlo. ¡ay, ya no sé ni lo que digo!)

¡¡Reina naturaleza!! ¡oh, reina naturaleza! * ¿Podemos enamorarnos las mariposas?

O el ardor en el pecho es que me va a dar un infarto en este diminuto corazón, o realmente significa que estoy enamorada.

¡Estoy enamorada!



* Viene a ser un “¡oh, dios mío!” pero en lenguaje lepidóptero. 




martes, 18 de junio de 2013

10 años que se acaban

No me quiero poner a llorar, pero es difícil evitarlo cuando ya está sucediendo.

Hoy me desperté bastante –muy- sentimentaloide, y con las emociones a flor de piel, como el nombre de este blog.

Es cierto que el término llorar se asocia siempre con estar mal emocionalmente, o tener problemas; estar en situaciones complicadas que en determinados momentos parece que no tienen ninguna salida, pero al final siempre hay una luz que las enfoca de manera diferente, y logramos superarlas.

Hoy simplemente lloro de felicidad, porque la vida a veces también puede ser maravillosa, y hacer que conozcas a gente increíble que sabes que jamás podrás olvidar, por muchos, muchos, muchísimos años que pasen.

10 son los que he estado en el Conservatorio. Ayer, para mí, se acababa una etapa de mi vida, una etapa crucial y que jamás olvidaré. En todo ese tiempo he conocido a muchísimas personas, las cuales, cada una de ellas, y cada una a su manera, han sabido aportarme algo. He aprendido muchísimo, he disfrutado, he sufrido también de vez en cuando pero sin ninguna duda, ha merecido la pena. Ha merecido infinitamente la pena.

Soy de esas personas que se encariñan fácilmente de otras. Y esto, a veces, es un gran problema. Y es un gran problema cuando  estás llegando al final de una etapa y sabes que las cosas van a cambiar, que ya nunca serán como antes, y sabes, aunque no lo quieras asimilar, que de algún modo u otro, el contacto se perderá. Pues yo soy de las que se niega, de las que intenta luchar por mantener las cosas, por seguir hablando con esa gente que ha dejado una profunda huella en ti, que te ha hecho reír, que te ha apoyado, te ha animado, y te ha dado fuerzas para seguir luchando cada día, y levantarte con una sonrisa y una razón para seguir.

Sé que esto va a ser largo. Digamos que hoy será un día de intensa reflexión para mí. De recordar muchas de las cosas que han pasado en todo este tiempo. Pero ahora mismo tengo que hacer una pausa. Cuando me encuentre más relajada, me haré una incisión en el pecho –y, aunque suene muy muy muy… excesivamente cursi- os hablaré desde el corazón y desde los recuerdos que éste guarda (y guardará por siempre) con preciado cariño.

Sé que cuando sea una adorable ancianita de pelo cano, recordaré todos y cada uno de los momentos que pasé en esas luminosas aulas. No es que sean luminosas físicamente hablando, sino que son luminosas por la gente que se guarece en su interior. Son cálidas y acogedoras porque la gente que ha ido pasando por allí lo ha sido y ha dejado su huella.

En 10 años pasan muchas cosas. Quizá demasiadas. No lo sé.

Pero digamos que ese lugar siempre será precioso, porque para mí siempre guardará una preciosa historia. Mi historia, una parte de mi vida, una parte de mí siempre se quedará en ese lugar para siempre. Pero digamos que ese lugar ha sido mi segunda casa (y a veces incluso la primera) durante estos diez años. Que se dice rápido y pasan a más velocidad. He crecido en ese lugar, me caído infinidad de veces y he sabido levantarme en cada una de ellas. He apoyado mi mano en el suelo, y con esfuerzo he ido levantándome poco a poco en cada tropiezo. He salido disgustada muchas veces, pero también he salido radiante un millón más. Tan sólo me quedaré con lo negativo y los errores para aprender de ellos, pero lo que más grabaré a fuego en mi mente, serán todos y cada uno de los increíbles momentos felices que he podido vivir allí, que por suerte, son muchos. Y lo mejor de todo es que me he divertido aprendiendo, que es algo muy difícil de conseguir. Pero cuando algo te gusta no importa lo que cueste.

He conocido lugares increíbles, como Francia. Una experiencia maravillosa que viví y compartí  intensamente con gente absolutamente increíble. Nunca se me olvidará que por aquella época la canción de "Amo a Laura" estaba de moda, y nunca me olvidaré del viaje que me dieron Dani y Pelayo cantándomela las 13 horas de viaje en autobús. Tampoco me olvidaré de la familia francesa con la que tuve la oportunidad de convivir, gente también maravillosa. Cualquier viaje que logre recordar será extraordinario y especial.

He tenido a gente muy grande a mi lado, gente que siempre me ha estado apoyando aunque a veces se me cruzasen los cables. Esa gente que incluso me da miedo porque parece conocerme más incluso que yo misma. Personas que se han convertido en mis mentores, personas a las que admiro profundamente y a las que les tengo un cariño especial e inigualable. Me han dado más que suficientes razones para demostrarme que todo lo que vaya a sufrir en el futuro valdrá la pena. Y que todo tendrá su recompensa, tarde o temprano. 

He estado pensando, que al igual que yo voy a echar de menos a mucha gente, puede que haya gente que también me eche de menos, que también me quiera volver a ver. He estado pensando que el “dolor” no es únicamente mío, y de algún modo puede estar siendo compartido y puede ser mutuo con esa persona que sabe que sentirá nostalgia cuando me vaya. No me hace sentir bien saber que la situación puede producir pena a personas a las que aprecio infinitamente, pero tengo que admitir, por egoísta que suene, que me hace sentir menos sola al dar este siguiente paso.

Quería escribir algo. Quizás escribirle a mi yo del futuro desde este momento presente, para que nunca olvide estos diez maravillosos años. Para que lleve siempre en el corazón esa etapa de su vida, de mí vida.

Nadie sabe lo que pasará en el futuro, nadie sabe lo que ocurrirá mañana, y por eso hay cosas que hay que decir en el momento. Nunca sabrás si hubieses podido decirlas en otro momento futuro, porque quizás esa oportunidad no vuelva a presentarse nunca más. Quizás ese momento sólo exista una vez. Sólo exista ahora. Y ahora tan sólo quiero darle las gracias a toda la gente que en este tiempo ha pasado por mí vida. Quiero darle las gracias a los profesores. Todos me han aportado algo, y con todos he aprendido algo. Ya sé que los “favoritismos” son odiosos pero he de decirlo.
Iván, como un segundo padre para mí. Alguien que nunca ha dudado de mí y que siempre me ha apoyado desde el principio hasta ahora. Ese alguien que nada más verme cruzar la puerta me leía de arriba abajo y ya sabía cómo estaba. Una persona maravillosa que me ha hecho creer en mí misma. Y que cuando estaba baja sólo tenía que mirarle, escuchar un par de notas y repetirme a mí misma “¿lo oyes? ¿lo ves? Lucha por conseguirlo. Lucha por ser como él.” Sabe sacar siempre lo mejor de ti, y hace que en el momento en que te está explicando cómo tienes que mirar un pasaje, quieras ponerte a estudiarlo en ese mismo instante. Me ha visto reír, decir infinidad de tonterías, se ha reído conmigo cuando me ha dado por hablar sola (que no han sido pocas veces), o ponerme a recitar un monólogo interior, me ha visto llorar y ha hecho parar las lágrimas. Me ha sabido mantener a flote diez años. Me ha enseñado a vencer, a que ser constante, aunque a veces resulte duro, es el camino correcto. A él, se lo debo todo.
Isabel, una extraordinaria mujer y profesora que también ha estado siempre ahí, que de pequeña me ayudó un montón. Esa energía positiva que siempre desprende al pasar y que te hace convencerte de que todo es más que posible. Esa hiperactividad que te contagia y te dan ganas de no parar nunca, ni siquiera para dormir. A ella también le tengo un cariño infinito y le debo muchas cosas.
Raquel, sin apenas conocerme me dijo que yo era especial. Que tenía una creatividad y una facilidad para soñar que no se podía perder. El tiempo que estuvo, fue un gran apoyo para mí. Otra de las personas que nunca dejó de creer en mí, y que siempre me lanzaba miradas de “puedes hacerlo”, a quien también quiero y aprecio mucho, y a quien también tengo mucho que agradecer.
Y luego está Marcos, del que, sencillamente, no sé qué decir. Ha sido una revelación en el último año. El rebelde paciente. Es demasiado bueno, pero es lo que le hace único y genial. Y aún me sorprende que pueda existir una persona con tanta paciencia y tanta perseverancia sobre la faz de la Tierra; gracias a él perdí la cabeza infinitamente por la asignatura que impartía, me enamoré del grupo, del conjunto. Es él quien mantiene los hilos, el que hace que todo funcione. Y con él aprendí y descubrí que formar parte de una orquesta es algo maravilloso (aunque a veces también resulte desquiciante… jajajaja). Son muchos años y el cariño que le he ido cogiendo no se irá nunca. Me reveló mi sueño, y también él hizo que creyese en mi misma.

Tengo que darle las gracias a todos, de verdad, todos y cada uno de vosotros habéis marcado mi vida, pero éstos se llevan la palma.

Me llevo amigos de verdad. Me llevo una experiencia irremplazable.

Es un tanto increíble que el día que termino de escribir esto sea 18… Yo me entiendo (pero es una historia muy larga. Aunque os aseguro que es de lo más especial que haya vivido jamás, y que nunca olvidaré. Y que, de algún modo u otro, tenía que mencionar aquí, sería imperdonable no hacerlo).

Sólo quiero decir desde aquí, que si alguna vez me olvidó de llamarte, o de pasar a verte… No me lo perdones, sólo lee esto y recuerda que te llevo en el corazón. Seas quien seas, seguro que has pasado por mí vida y me has aportado algo valioso, por pequeño que haya sido. Sólo quiero que la persona que vuelva a leer esto con el paso de los años y me haya conocido, sé de cuenta de que era realmente importante para mí, sé de cuenta de que aunque pasen muchos años, el tiempo nunca borrará su huella. 

Siempre permanecerá en mi corazón.






P.d.: Gracias infinitas, Mamá y Papá, por hacer estos años posibles y por creer en mí. Sin vosotros no sería nada. ¡Os quiero mucho! Y muchas gracias también a mi profesora del colegio, Luzma, por animarme a estudiar lo que se convertiría en mí vida. Con tus palabras empezó todo.